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16 de octubre de 2025

Dra. Lyliana Rivera

Los cuidadores de niños y jóvenes con autismo

Los cuidadores de niños y jóvenes con autismoenfrentan demandas emocionales, conductuales y logísticas intensas. Desde la neurociencia, se ha demostrado que el estrés crónico activa de forma prolongada el eje hipotálamo hipófisis adrenal (HHA), aumentando los niveles de cortisol. Esta hiperactivación puede alterar:

• La plasticidad sináptica en el hipocampo (afectando memoria y aprendizaje).

• El equilibrio del sistema límbico, particularmente la amígdala, lo que eleva la reactividad emocional y la ansiedad.

• La corteza prefrontal, encargada de la regulación ejecutiva y la toma de decisiones, debilitando la capacidad de autorregulación del cuidador.

Esto genera un círculo de agotamiento cognitivo y emocional que repercute en la calidad del cuidado brindado.

El autocuidado (ejercicio, descanso adecuado, nutrición equilibrada, apoyo social y prácticas de regulación emocional) actúa como un modulador neurobiológico. Evidencia reciente señala que:

• El ejercicio aeróbico estimula la liberación de BDNF (factor neurotrófico derivado del cerebro), que fortalece la neuroplasticidad y protege contra la neurodegeneración asociada al estrés.

• La meditación y la atención plena (mindfulness) disminuyen la actividad de la amígdala y aumentan la conectividad con la corteza prefrontal, mejorando la resiliencia emocional.

• Un sueño reparador regula la producción de neurotransmisores como serotonina y dopamina, esenciales para el equilibrio del ánimo y la motivación.

El autocuidado, por tanto, no es un lujo, sino una estrategia neuroprotectora que preserva la capacidad del cuidador de sostener la demanda de apoyo continuo.

El cerebro humano está diseñado para la resonancia emocional (sistemas de neuronas espejo). Cuando el cuidador se encuentra en equilibrio emocional y físico, transmite calma, seguridad y estructura, lo que favorece la regulación emocional del niño con autismo. Por el contrario, un cuidador agotado o emocionalmente desbordado puede amplificar las conductas desafiantes del niño debido a la co-regulación negativa.

Desde la perspectiva neurocientífica, el autocuidado fortalece:

Empatía regulada, evitando el desgaste por sobreidentificación emocional.

Funciones ejecutivas del cuidador, clave para planificar rutinas estructuradas.

Resiliencia familiar, al mantener un entorno más estable y predecible.

Estudios recientes en neurociencia social destacan que el apoyo comunitario (grupos de cuidadores, terapia grupal, redes familiares) activa circuitos cerebrales relacionados con la oxitocina, hormona vinculada al apego y la confianza. Esto amortigua la percepción de carga y reduce los niveles de cortisol.

En otras palabras, el autocuidado compartido (buscar ayuda, delegar, socializar) es un mecanismo biológico que protege tanto al cerebro del cuidador como la dinámica familiar.

Desde la neurociencia, el autocuidado del cuidador de niños y jóvenes con autismo es esencial para:

Prevenir efectos neurotóxicos del estrés crónico.

Fortalecer la plasticidad cerebral y la resiliencia emocional.

Mejorar la calidad de la interacción y la co-regulación con el niño.

Sostener el bienestar familiar a largo plazo.

En síntesis, el autocuidado es un pilar neurobiológico y psicosocial que asegura la continuidad de un cuidado efectivo, humano y sostenible.

American Psychological Association. (2020). Stress in America 2020: Stress and decision-making during the pandemic. American Psychological Association. https://www.apa.org/news/press/releases/stress/2020

Bennett, A. E., English, A., Kain, J. N., & Youssef, G. J. (2021). Parenting stress and psychological outcomes in parents of children with autism spectrum disorder: A systematic review and meta-analysis. Clinical Psychology Review, 87, 102046. https://doi.org/10.1016/j.cpr.2021.102046

García, A., & López, M. (2022). Mindfulness y resiliencia en cuidadores de niños con autismo: una revisión desde la neurociencia. Revista Iberoamericana de Neurociencia y Educación, 5(2), 45–60. https://doi.org/10.5281/zenodo.7412563

Hayes, S. A., & Watson, S. L. (2023). The impact of parental stress on child outcomes in families of children with autism spectrum disorder: Neurobiological mechanisms and interventions. Neuropsychiatric Disease and Treatment, 19, 145–160. https://doi.org/10.2147/NDT.S392586

Lopez-Sola, C., Fontenelle, L. F., & Bui, E. (2021). Mindfulness and brain plasticity: A systematic review of neuroimaging studies. Psychiatry Research: Neuroimaging, 316, 111357. https://doi.org/10.1016/j.pscychresns.2021.111357

Raina, P., O’Donnell, M., Rosenbaum, P., Brehaut, J., Walter, S. D., Russell, D., & Wood, E. (2020). Caregiving process and caregiver burden: Conceptual models to guide research and practice. BMC Pediatrics, 20(1), 57. https://doi.org/10.1186/s12887-020-1945-5

Schmidt, M., & Wadsworth, M. E. (2024). Stress biology and caregiving: The role of the HPA axis in parental resilience. Annual Review of Clinical Psychology, 20(1), 215–240. https://doi.org/10.1146/annurev-clinpsy-030123-094610

Shin, Y., Lee, H. S., & Han, J. (2020). Exercise and brain-derived neurotrophic factor in neuroplasticity of caregivers under stress. Frontiers in Human Neuroscience, 14, 145. https://doi.org/10.3389/fnhum.2020.00145

Escrito

14 de octubre de 2025

Autocuidado para cuidadores: cuidarte también es un acto de amor

Por: Dra. Beatriz Q. Vallejo, Ed.D, MPHE, MPR, CHES®

Presidenta/ Health Communications Gallery, LLC.

Co fundadora Un respiro: Esfuerzo de autocuidado para cuidadores

Cuidar de otra persona es un acto de amor profundo, pero también puede convertirse en una de las experiencias más demandantes emocional y físicamente. Muchas veces, quienes cuidan olvidan atender sus propias necesidades, atrapados entre el cansancio, la rutina y la preocupación constante. Te propongo estrategias sencillas y poderosas para reconectar con el bienestar personal y activar la resiliencia de tu cerebro.

El cerebro del cuidador: entre la alerta y el agotamiento

El cerebro humano está diseñado para adaptarse y cambiar: es lo que se conoce como neuroplasticidad. Sin embargo, en los cuidadores, el cerebro suele operar en modo alerta constante. Cada ruido, cambio de humor o imprevisto activa el sistema nervioso simpático, el encargado de la respuesta al estrés, y mantiene encendida la amígdala, el centro de las emociones. Con el tiempo, esta hiperactivación genera agotamiento emocional, irritabilidad y dificultad para concentrarse o recordar tareas cotidianas.

El estrés sostenido libera grandes cantidades de cortisol, una hormona que, en exceso, afecta el hipocampo, área del cerebro responsable de la memoria y el aprendizaje (McEwen, 2007). Por eso, muchos cuidadores sienten que “la mente se apaga” o que su capacidad de concentración disminuye. No es falta de atención, sino una sobrecarga cognitiva producto de la fatiga emocional.

Recuperar el equilibrio: el poder del autocuidado

La buena noticia es que el cerebro también puede sanar, regenerarse y fortalecerse. Actividades cotidianas como: respirar conscientemente, reír, cantar o escribir, estimulan la liberación de dopamina y oxitocina, neurotransmisores asociados al placer, la conexión social y la motivación (Tronick & Gold, 2020).

Un minuto de respiración profunda o escuchar tu canción favorita puede ayudar al cerebro a “reiniciar” su estado emocional. Dormir bien, alimentarse de forma saludable y mantener rutinas de descanso permiten que las redes neuronales se fortalezcan nuevamente (Pascual-Leone et al., 2005).

Estrategias prácticas para fortalecer la mente y el corazón

Te propongo 10 herramientas de autocuidado que integran cuerpo, mente y emoción:

  1. Piensa en tu temperatura emocional: detente y reconoce cómo te sientes antes de actuar.
  2. Piensa en un recuerdo de esos que te sacan sonrisas: evoca experiencias agradables para activar la dopamina.
  3. Piensa en tu canción favorita: usa la música como estímulo de bienestar.
  4. Respira consciente: realiza tres inhalaciones profundas para liberar tensión.
  5. Realiza juegos mentales: trabaja con ejercicios de memoria, atención y lenguaje que estimulan la corteza prefrontal.
  6. Dedica espacio para la escritura reflexiva: escribe sobre esa “conversación pendiente contigo” y trabaja en qué quieres para ti.
  7. Haz afirmaciones: repite frases compasivas, como “Aunque me sienta cansado(a), me acepto y me cuido.”
  8. Recuerda el movimiento: Realiza estiramientos o movimientos suaves de brazos para oxigenar el cuerpo.
  9. Dibuja el semáforo emocional: identifica emociones rojas (cuando debes detenerte), amarillas (cuando debes reflexionar) y verdes (cuando debes avanzar).
  10. Ten en cuenta la meditación guiada: dedica un minuto para meditar. Ten un espacio contigo.

Estas acciones, aunque simples, reprograman la respuesta del cerebro al estrés y fortalecen la resiliencia emocional del cuidador.

Comunicación afectiva: cuando las palabras también sanan

Cuidar no solo implica asistir físicamente, sino también comunicar con empatía y presencia. La comunicación afectiva es la habilidad de expresar pensamientos y emociones con respeto, reconociendo los sentimientos del otro. Incluye:

  • Escucha activa: comprender lo que se dice y lo que se siente.
  • Empatía: ponerse en el lugar del otro sin juzgar.
  • Lenguaje no verbal: usar el tono de voz, las pausas y la mirada para transmitir calma.
  • Claridad: usar palabras simples y mensajes concretos.

Una comunicación afectiva no busca tener la razón, sino crear conexión. A veces, la frase más sanadora es: “Veo que esto te duele mucho. Estoy aquí contigo”. No hay cuidado posible sin amor hacia uno mismo. El autocuidado no es un lujo ni un acto egoísta; es una condición esencial para poder cuidar a otros con compasión y equilibrio.

Referencias

Auerbach, J., & Silverstein, M. (2003). Caregiver stress: Common challenges and practical solutions. American Journal of Nursing, 103(9), 47–52.
Kabat-Zinn, J. (2013). Full catastrophe living: Using the wisdom of your body and mind to face stress, pain, and illness. Bantam Books.
McEwen, B. S. (2007). Physiology and neurobiology of stress and adaptation: Central role of the brain. Physiological Reviews, 87(3), 873–904.
Pascual-Leone, A., Amedi, A., Fregni, F., & Merabet, L. B. (2005). The plastic human brain cortex. Annual Review of Neuroscience, 28, 377–401.
Siegel, D. J. (2012). The developing mind: How relationships and the brain interact to shape who we are. Guilford Press.
Tronick, E., & Gold, C. (2020). The neurobiology of connection: How relationships shape the brain. Harvard Review of Psychiatry, 28(5), 301–312.

5 /abril/2025

El síndrome del cuidador (también llamado “síndrome del cuidador quemado” o caregiver burnout) es un conjunto de síntomas físicos, emocionales y mentales que afectan a las personas que cuidan de forma prolongada a alguien dependiente (como personas mayores, con enfermedades crónicas o discapacidades). Entre sus señales sociales destacan:

Señales sociales del síndrome del cuidador:

1. Aislamiento social: el cuidador se aleja de amigos, familiares y actividades sociales por falta de tiempo o energía.

2. Conflictos interpersonales: aumento de discusiones o tensiones con otros miembros de la familia o con el entorno.

3. Falta de apoyo percibido: sensación de que nadie comprende o ayuda en su situación.

4. Negligencia de la vida personal: abandono de intereses, aficiones y relaciones personales.

5. Disminución del rendimiento laboral o abandono del trabajo: dificultades para cumplir con las responsabilidades laborales debido al cuidado.

6. Sentimiento de incomprensión social: creer que los demás no valoran su esfuerzo ni entienden su carga.

Estas son las principales alertas en la salud del cuidador que pueden indicar el desarrollo de este síndrome:

1. Alertas físicas

• Fatiga constante, incluso después de descansar.

• Dolores frecuentes: de cabeza, musculares, espalda.

• Problemas de sueño: insomnio o sueño excesivo.

• Cambios en el apetito y peso.

• Enfermarse con frecuencia (bajas defensas).

• Hipertensión o problemas gastrointestinales relacionados con el estrés.

2. Alertas emocionales y mentales

• Irritabilidad o cambios bruscos de humor.

• Sentimientos de tristeza, ansiedad o desesperanza.

• Sensación de estar abrumado, frustrado o atrapado.

• Sentimientos de culpa (por querer tiempo libre o por no “hacer suficiente”).

• Falta de motivación o pérdida de interés en actividades que antes disfrutaba.

• Dificultad para concentrarse o tomar decisiones.

3. Alertas conductuales y sociales

• Aislamiento social (dejar de ver amigos o familiares).

• Negligencia hacia su propio autocuidado.

• Consumo aumentado de alcohol, tabaco o medicamentos para aliviar la tensión.

• Actitudes hostiles o impacientes hacia la persona a la que cuida.

• Dificultades laborales o académicas si trabaja/estudia además de cuidar.

4. Señales cognitivas

• Dificultad para recordar cosas.

• Sentimientos de confusión o desorganización mental.

• Pesimismo constante o pensamientos negativos sobre el futuro.

Importancia de actuar ante estas señales

Reconocer estas alertas es fundamental para:

• Buscar ayuda (profesional o de apoyo comunitario).

• Implementar estrategias de autocuidado.

• Evitar consecuencias graves como la depresión clínica o enfermedades crónicas.

Cuidar al Cuidador

16/marzo/2025

Cuidar al cuidador es fundamental para garantizar tanto su bienestar como la calidad del cuidado que brinda. Aquí tienes cinco datos respaldados por estudios científicos que destacan la importancia de atender la salud física y emocional de los cuidadores:

1. Alta prevalencia de estrés y agotamiento

Según la Asociación Americana de Psicología (APA), hasta un 60% de los cuidadores informan síntomas de estrés significativo y agotamiento emocional. El “síndrome del cuidador quemado” (burnout) puede afectar la calidad del cuidado brindado y la propia salud mental del cuidador.

2. Mayor riesgo de enfermedades crónicas

Estudios publicados en The Gerontologist muestran que los cuidadores tienen un 23% más de riesgo de padecer enfermedades cardiovasculares, hipertensión y diabetes en comparación con la población general debido al estrés crónico y la falta de autocuidado.

3. Impacto en la esperanza de vida

Investigaciones del Journal of the American Medical Association (JAMA) revelan que los cuidadores de personas con enfermedades crónicas tienen un 63% más de riesgo de mortalidad en comparación con personas no cuidadoras de la misma edad, debido a la combinación de estrés, falta de sueño y negligencia en su propia salud.

4. Afectaciones en la salud mental

Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), cerca del 40% de los cuidadores experimentan depresión y ansiedad debido a la carga emocional del cuidado prolongado. La falta de apoyo emocional y social agrava estos problemas.

5. Reducción en la calidad del cuidado brindado

Estudios de The American Journal of Nursing indican que cuidadores agotados y estresados presentan un 30% más de probabilidades de cometer errores en la atención, lo que puede poner en riesgo la salud de la persona cuidada.

Estos datos resaltan la importancia de cuidar al cuidador con medidas como apoyo psicológico, tiempos de descanso y estrategias de autocuidado para mejorar su bienestar y la calidad de vida de la persona a su cargo.